PREMIOS NOBEL.

 

1938 Pearl S. Buck (EEUU, 1892-1973) novelista 

Puente de paso (fragmento)

     " Sé el tiempo que se tarda en ponerse una el quimono y peinarse debidamente. Las niñas eran muy guapas y me alegraba de que ellas y otras llevasen quimono para hacerme sentirme en casa, por lo menos a mi llegada. Cuando vivía en el Japón antes de la guerra, todas mis amigas llevaban quimono. Las más modernas y liberales tenían tal vez un vestido a la moda occidental o un traje de chaqueta, pero era muy raro y no estaba bien visto....


1939 Frans Eemil Sillanpaa (Finlandia, 1888-1964) novelista 

Silja (fragmento)

     " El sol se levantó poco después de las tres y escaló gradualmente hasta cubrir cientos y miles de kilómetros de ventanas, senderos y porches, hasta mirar el interior de las habitaciones donde seres humanos dormían en sus camas. También se elevó sobre los nidos de los pájaros, en donde se aseguraba que no había atmósfera de domingo, porque en ellos cada mañana, especialmente una soleada, era igualmente sagrada. "

 

1944 Johannes Vilhem Jensen (Dinamarca, 1873-1950) novelista 

Envoi

     " La mayor esparciendo 
sus frías manos de rocío 
hacia la luna veraniega.
Un año después: 
Los mismos árboles de haya
y noches crepusculares
el mismo regocijo! 
"

 

1945 Gabriela Mistral (Chile, 1889-1957) poeta

Amor, amor

     " Anda libre en el surco, bate el ala en el viento, 
late vivo en el sol y se prende al pinar. 
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento: 
¡le tendrás que escuchar! 
(...)
Te echa venda de lino; tú la venda toleras. 
Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir. 
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras 
¡que eso para en morir! 
"

 

1946 Hermann Hesse (Alemania, 1877-1962) novelista 

 l lobo estepario (fragmento)

     " El que haya querido los otros días, los malos, los de los ataques de gota o los del maligno dolor de cabeza clavado detrás de los globos de los ojos, y convirtiendo, por arte del diablo, toda actividad de la vista y del oído de una satisfacción en un tormento, o aquellos días de la agonía del espíritu, aquellos días terribles del vacío interior y de la desesperanza, en los cuales, en medio de la tierra destruida y esquilmada por las sociedades anónimas, nos salen al paso, con sus muecas como un vomitivo, la humanidad y la llamada cultura con su fementido brillo de feria, ordinario y de hojalata, concentrado todo y llevado al colmo de lo insoportable dentro del propio yo enfermo; el que haya querido aquellos días infernales, ése ha de estar muy contento con estos días normales y mediocres como el de hoy; lleno de agradecimiento se sentará junto a la amable chimenea y con agradecimiento comprobará, al leer el periódico de la mañana, que no se ha declarado ninguna nueva guerra ni se ha erigido en ninguna parte ninguna nueva dictadura, ni se ha descubierto en política ni en el mundo de los negocios ningún chanchullo de importancia especial; con agradecimiento habrá de templar las cuerdas de su lira enmohecida para entonar un salmo de gratitud mesurado, regularmente alegre y casi placentero, con el que aburrir a su callado y tranquilo dios contentadizo y mediocre, como anestesiado con un poco de bromuro; y en el ambiente de tibia pesadez de este aburrimiento medio satisfecho, de esta carencia de dolor tan de agradecer, se parecen los dos como hermanos gemelos, el monótono y adormilado dios de la mediocridad y el hombre mediocre algo encanecido que entona el salmo amortiguado. "

 

1947 Andre Gide (Francia, 1869-1951) novelista

Los cuadernos de Andre Walter (fragmento)

     " Su belleza misma me helaba. Sentía por ella una especie de admiración, pero ni la más mínima sospecha de deseo. Llegaba a ella como un adorador sin ofrenda. A la inversa de Pigmalion, me parecía que en mis brazos la mujer se transformaba en estatua; o más bien es a mí a quien sentía de mármol. Caricias, provocación, nada hicieron: me quedé mudo, y la dejé no habiendo podido darle más que dinero. "

 

1948 T. S. Eliot (Gran Bretaña, 1888-1965) poeta

Tierra Baldía (fragmento)

     " ¿Cuáles son las raíces que prenden, qué ramas
Brotan de este cascajo? Hijo de hombre,
Tú no puedes decirlo, ni imaginarlo, pues sólo conoces
Un cúmulo de imágenes donde reverbera el sol.
El árbol seco no cobija, el grillo canta monocorde,
La estéril piedra no mana agua. Sólo
Hay sombra bajo esta roca roja.
(Ven a la sombra de esta roca roja),
Voy a enseñarte algo diferente
De tu sombra que marcha a largos pasos contigo en la mañana,
0 de tu sombra, irguiéndose al ocaso para ir a tu encuentro;
Voy a enseñarte lo que es el miedo en un puñado de polvo. 
"

 

 

1949 William Faulkner (EEUU, 1897-1962) novelista 

El sacerdote (fragmento)

     " Dejó la calle Canal; dejó los parpadeantes anuncios eléctricos que habrían de llenar y vaciar el crepúsculo, inexistentes a sus ojos y por lo tanto sin luz, lo mismo que los árboles son verdes únicamente cuando son mirados. Las luces llamearon y soñaron en la calle húmeda, los ágiles cuerpos de las chicas dieron forma a su apresuramiento hacia la comida y la diversión y el amor; todo quedaba a su espalda ahora; delante de él, a lo lejos, la aguja de una iglesia se alzaba como una plegaria articulada y detenida contra la noche. Y sus pisadas dijeron: "¡Mañana! ¡Mañana!". 
Ave María, deam gratiam... torre de marfil, rosa del Líbano. 
"

 

1950 Bertrand Russell (Gran Bretaña, 1872-1970) filósofo 

Elogio de la ociosidad (fragmento)

     " En las comunidades primitivas, los campesinos, de haber podido decidir, no hubieran entregado el escaso excedente con que subsistían los guerreros y los sacerdotes, sino que hubiesen producido menos o consumido más. Al principio, era la fuerza lo que los obligaba a producir y entregar el excedente. Gradualmente, sin embargo, resultó posible inducir a muchos de ellos a aceptar una ética según la cual era su deber trabajar intensamente, aunque parte de su trabajo fuera a sostener a otros, que permanecían ociosos. Por este medio, la compulsión requerida se fue reduciendo y los gastos de gobierno disminuyeron. En nuestros días, el noventa y nueve por ciento de los asalariados británicos se sentirían realmente impresionados si se les dijera que el rey no debe tener ingresos mayores que los de un trabajador. El concepto de deber, en términos históricos, ha sido un medio utilizado por los poseedores del poder para inducir a los demás a vivir para el interés de sus amos más que para su propio interés. Por supuesto, los poseedores del poder ocultan este hecho aún ante sí mismos, y se las arreglan para creer que sus intereses son idénticos a los más grandes intereses de la humanidad. "

 

 

 

1951 Par Lagerkvist (Suecia, 1891-1974) novelista 

Barrabás (fragmento)

     " Barrabás era un mocetón de unos treinta años, robusto, de pálida tez, barba rojiza y cabellos negros. Las cejas parecían también negras, los ojos se hundían en las órbitas, como si la mirada hubiera querido esconderse. Bajo uno de ellos descollaba una profunda cicatriz, que desaparecía en la barba.. 
(...)
Aquella infeliz tras ser ultrajada numerosas veces por todos los miembros de la cuadrilla de bandidos, que capitaneaba Eliaho, fue vendida a una casa pública de la ciudad. Allí, cuando se dieron cuenta de su estado, la echaron a la calle, donde, poco después, apareció su cadáver. Nadie sabía de quien era la criatura y la misma madre no lo hubiera podido decir; pero la había maldecido en sus entrañas. 
"

 

1952 Francois Mauriac (Francia, 1885-1970) poeta, novelista y dramaturgo

 

Memorias interiores (fragmento)

     " No son nuestros libros lo que sobreviven, sino nuestras pobres vidas, las que subsisten en las historias que narramos en ellos. Mi mayor dicha consiste en estar solo en mi terraza, tratando de adivinar la dirección del viento por los olores que trae y lo que temo no es ser olvidado después de mi muerte, sino más bien que no se me olvide lo suficiente. "

 

1953 Winston Churchill (Gran Bretaña, 1874-1965) historiador

Memorias Churchill (fragmento)

     " Un buen puro es como una mujer bella. Primero, uno se siente atraído por su forma, después por su olor, después por su compañía..., pero jamás de los jamases hay que dejar salir la llama. 
(...)
¿Quien va a cargo de ese tren del que rechinan los ejes? Se acerca raudo el peligro, pero el maquinista duerme, y en vano lucen los discos, que el tren dirige la muerte. 
"

 

1954 Ernest Hemingway (EEUU, 1899-1961) novelista 

Por quién doblan las campanas (fragmento)

     " Después se acomodó lo más cómodamente que pudo, con los codos hundidos entre las agujas de pino y el cañón de la ametralladora apoyando en el tronco del árbol. 
Cuando el oficial se acercó al trote, siguiendo las huellas dejadas por los caballos de la banda, pasaría a menos de veinte metros del lugar en que Robert se encontraba. A esa distancia no había problema. El oficial era el teniente Berrendo. Había llegado de La Granja, cumpliendo órdenes de acercarse al desfiladero, después de haber recibido el aviso del ataque al puesto de abajo. Habían galopado a marchas forzadas, y luego tuvieron que volver sobre sus pasos al llegar al puente volado, para atravesar el desfiladero por un punto más arriba y descender a través de los bosques. Los caballos estaban sudorosos y reventados, y había que obligarlos a trotar.
El teniente Berrendo subía siguiendo las huellas de los caballos, y en su rostro había una expresión seria y grave. Su ametralladora reposaba sobre la montura, apoyada en el brazo izquierdo. Robert Jordan estaba de bruces detrás de un árbol, esforzándose porque sus manos no le temblaran. Esperó a que el oficial llegara al lugar alumbrado por el sol, en que los primeros pinos del bosque llegaban a la ladera cubierta de hierba. Podía sentir los latidos de su corazón golpeando contra el suelo, cubierto de agujas de pino.
"

 

1955 Halldor Laxness (Islandia, 1902-1998) novelista 

Fuego o escarcha, de Gente independiente

     " Bjartur no regresó a la Casa Estival hasta el día siguiente. La perra caminaba silenciosamente a su lado, en alborozada expectativa. Es hermoso volver al hogar y cada vez que el animal se adelantaba algunos metros a su amo, se detenía y le miraba con sus ojos llenos de una fe inconmovible. Luego volvía junto a él describiendo una gran curva. Su reverencia por su amo era tan fuerte que ni siquiera se aventuraba a caminar delante de él. Un perro encuentra en un hombre las cosas que quiere encontrar. Bjartur se inclinaba hacia adelante, en las ráfagas de nieve empujadas por el viento, llevando a Blesi de las riendas y lanzando de tanto en tanto una mirada a su perra...pobre cosa piojosa y atacada por las lombrices. Pero ¿dónde se encontrará la felicidad si no es en esos ojos castaños, dónde se encontrará la lealtad que nada puede destruir ? Ni la desdicha, ni el deshonor, ni las mordeduras de la conciencia... nada puede apagar ese fuego. Pobre perrita. A sus ojos Bjartur de la Casa Estival debía ser siempre el más alto, el más grande, el mejor, el incomparable. El hombre encuentra en los ojos de un perro lo que quiere encontrar. "

 

1956 Juan Ramón Jiménez (España, 1881-1959) poeta 

Platero y yo (fragmento)

     " En el arroyo grande que la lluvia había dilatado hasta la viña, nos encontramos, atascada, una vieja carretilla, perdida toda bajo su carga de hierba y de naranjas. Una niña, rota y sucia, lloraba sobre una rueda, queriendo ayudar con el empuje de su pechillo en flor al borricuelo, más pequeño, ¡ay!, y más flaco que Platero. Y el borriquillo se despachaba contra el viento, intentando, inútilmente, arrancar del fango la carreta, al grito sollozante de la chiquilla. Era vano su esfuerzo, como el de los niños valientes, como el vuelo de esas brisas cansadas del verano que se caen, en un desmayo, entre las flores. Acaricié a Platero y, como pude, lo enganché a la carretilla, delante del borrico miserable. Lo obligué, entonces, con un cariñoso imperio, y Platero, de un tirón, sacó carretilla y rucio del atolladero y les subió la cuesta. ¡Qué sonreír el de la chiquilla! Fue como si el sol de la tarde, que se quebraba, al ponerse entre las nubes de agua, en amarillos cristales, le encendiese una aurora tras sus tiznadas lágrimas. Con su llorosa alegría, me ofreció dos escogidas naranjas, finas, pesadas, redondas. Las tomé, agradecido, y le di una al borriquillo débil, como dulce consuelo; otra a Platero, como premio áureo. "